sábado, 27 de abril de 2013

De San Ireneo de Lyon, obispo

 “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). El hombre por si sólo, no verá a Dios, pero Dios será visto por los hombres si Dios lo quiere, por quien él quiere, cuando él quiere, porque Dios lo puede todo. Antiguamente fue visto, gracias al Espíritu según la profecía, después fue visto, gracias al Hijo, según la adopción, y será visto en el reino de los cielos según la paternidad. Porque el Espíritu prepara al hombre previamente para el Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre le da la incorruptibilidad y la vida eterna que consisten para cada uno en ver a Dios.

    Ya que los que ven la luz están en la luz y participan de su resplandor, así los que ven a Dios están en Dios y participan de su esplendor. Porque el esplendor de Dios da la vida. Por tanto, los que ven a Dios participan en su vida. 
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