¿Quién eres, dulce luz que me inundas
alumbrando las tinieblas de mi corazón?
Tu mano me guía como una madre
Si me soltaras
ningún paso ya sabría dar.
Tú eres el espacio
que entraña en si todo mi ser y me ampara.
Lejos de ti me hundiría en el abismo de la nada
de la que me salvaste y levantaste a la luz.
Tú, más cerca de mí que yo misma
más interior que mi interior
y al mismo tiempo inaccesible,
más allá de todo nombre:
Espíritu Santo- Amor eterno.
¿Eres Espíritu de plenitud y de poder
con que el Cordero rompe los sellos
de los designios divinos? (Ap 5,7)
Enviados por Ti, los mensajeros del juicio,
van por el mundo con la espada afilada
para separar el reino de la luz
del reino de las tinieblas (Ap 6,2s).
Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21,1),
y todo recobrará el lugar que le pertenece,
gracias a tu aliento:
Espíritu Santo – Poder victorioso!
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