Habéis pedido pasar tres
meses a solas con Jesús (en retiro); eso os parece bien. Pero si durante
ese tiempo el hambre de Jesús en el interior de los corazones de
algunos de los miembros de su pueblo, es un hambre mayor que la vuestra,
no deberéis quedaros a solas con Jesús todo ese tiempo. Deberéis
permitir a Jesús que os transforme en ese pan que alimente a aquellos
con los que estáis en contacto. Permitid ser un alimento devorado por la
gente; mediante la palabra y vuestra presencia estáis proclamando a
Jesús... Sólo Dios podría ofrecer un amor más grande que aquel de darse a
sí mismo como Pan de vida – para ser partido y comido con el fin mismo
de que vosotros y yo podamos comer y vivir, que podamos comer y
satisfacer de este modo nuestro anhelo de amor.
Y así y todo
Él no parecía satisfecho, porque Él también tenía hambre de amor. Se
hizo el hambriento, el sediento, el desnudo, el forastero y no dejó de
proclamar: “Tuve hambre, anduve sin ropas, fui forastero. A mí me lo
hicisteis” (Mateo 25,40). El Pan de vida y el hambriento, pero un único
amor: solo Jesús.
in evangelhoquotidiano.org