terça-feira, 26 de março de 2013

En Martes Santo

 De San Francisco de Sales, obispo de Ginebra

San Pedro, uno de los apóstoles, se hizo culpable ante el Señor porque negaba conocerle, y no sólo esto, lo maldecía, blasfemaba, asegurando que no sabía de quien le hablaban. (Mt 26,69) ¡Qué golpe para el corazón de Nuestro Señor! ¡Ah, pobre Pedro, qué dices y qué haces! ¡No sabes quién es, aquel que te llamó en persona para que fueras su apóstol, tú que habías confesado que Él era el Hijo de Dios vivo. (Mt 16,18) ¡Ah, miserable hombre, cómo te atreves a decir que no sabes quién es! ¿No es aquel que hace poco estaba delante de ti para lavarte los pies, que te alimentó con su cuerpo y su sangre?

    ¡Que nadie presuma de sus buenas obras, ni piense que no tiene nada que temer, ya que San Pedro que había recibido tantas gracias y había prometido acompañar al Señor a la prisión y a la muerte, lo negó ante la simple insinuación de una sirvienta!

    San Pedro, oyendo cantar el gallo, se acordó de lo que había hecho y lo que le había dicho su buen Maestro. Y reconociendo su falta, salió y lloró amargamente y recibió el perdón de todos sus pecados. ¡Oh, bienaventurado Pedro, por esta contrición, recibiste el perdón general de tu gran deslealtad al Señor!...Sé que fueron las miradas sagradas de Nuestro Señor que penetraron tu corazón y te abrieron los ojos para reconocer tu pecado... Desde entonces, no dejó de llorar, principalmente cuando oía cantar al gallo por la noche y en la madrugada... De esta manera, Pedro se convirtió de gran pecador, en un gran santo.
in evangelhoquotidiano.org